miércoles, febrero 29, 2012

Never gonna be alone.

Te levantas con la estridente música de tu móvil que tanto te gustaba y que tanto odias ahora , te vistes, te peinas sin ganas, maquillas una cara que no quiere decir buenos días e intentas disfrazarla lo mejor que puedes en una sonrisa fingida. Andas despacio como si te pesara demasiado el cuerpo, recorres un corredor lleno de fotos de una infancia que nunca volverá, fotos vacías, que te han robado todo lo que ya no tienes.  Te encuentras con varias personas que no notan nada en tu saludo y que te hablan de cualquier tema, que ,reconócelo,  te da absolutamente igual. Intentas responderles, hasta que se callen para seguir dialogando con tu estúpido interior que no para de repetirte lo penoso que está siendo el día. Solo quieres volver a meterte en la cama, esconderte debajo de unas sábanas que se convierten en tu mejor refugio pero también en tu peor escondite, te alejan del mundo, aunque tu ya no formas parte de él. Y te gustaría ser una persona distinta, feliz, que sonríe por ver como sale el sol cada día, más alta, más lista, mejor... en todos los sentidos. Y cuando estás en el momento de cumbre de dejarlo todo atrás, porque ya no merece la pena, aparece esa persona que te demuestra un poco más de lo que tú ya has olvidado. Te recuerda lo especial que eres cuando no paras de mirarte en el espejo para colocarte el pelo que siempre se descoloca segundos después, para cogerte la mano cuando te pones nerviosa, para salir en tu ayuda cuando ni tu misma sabes que has caído. Aparece sin pedirte nada, sin decirte nada, sin tocarte, ni rozarte, está ahí.  Te dice que quiere cada rasgo de tí, cuando cantas sin saberte la canción, cuando te pintas mal las uñas, cuando no sabes que decir, cuando no sabes susurrar... Te dice que eres lo más importante de su vida sin darse cuenta de que él lo es todo en la tuya.